CUENTOS GANADORES DE LA CONVOCATORIA LITERARIA INFANTIL
 “LA TÍA LALA NOS CUENTA”

LOS TRES LORITOS

Cerca de un pueblito sureño, llamado Río Mayo, vivían tres loritos barranqueros. Cada uno deslumbraba por el color particular del brillo de sus plumas. Al nacer fueron llamados Kelü, Korü y Chod.
            Todas las mañanas, apenas aparecían los primero rayos de sol, salían a revolotear al compás de sus ruidosos chillidos, con sus vuelos rasantes sobre los arbustos y  otros tan altos que llegaban hasta las barrancas que bordean el curso del río.
            Cuando se acercó el momento de dejar el nido materno, los hermanitos loros salieron en busca de todo lo que sirviera para construir un nuevo hogar, donde formarían sus propias familias.
            Chod soñaba con un nido igual al que su padre había construido para ellos, pero  Kelü y Korü eran tan vanidosos y presumidos que querían tener mejores nidos, modernos, llamativos y lujosos para que el resto de la bandada sintiese envidia de ellos.
            Esa mañana Chod golpeaba su potente pico contra la roca que formaba la pared del barranco y desde allí observaba a sus perezosos hermanos. Kelü había encontrado unas bolsas de nylon enganchadas en un alambrado cercano, y con una audacia sorprendente, armó rápido una especie de cuna entre los achaparrados arbustos. Korü vio flotando en el río unas botellas de plástico que, con sus ágiles patitas, las llevó hasta la orilla y decidió armar su nido entre el escaso follaje de un árbol.
            Mientras Chod seguía picoteando la dura tierra del barranco, haciendo una especie de túnel, sus hermanos presumían de sus coquetas y coloridas alcobas terminadas, cuando éste finalizó su delicado trabajo, decidió visitar los nidos de sus hermanos.
            Al ver las débiles e inestables construcciones, les recordó lo que tanto les habían recomendado sus mayores acerca de lo peligroso que sería esconderse de Calquin, el gran águila, pero los haraganes loritos se enojaron con Chod y le pidieron que no se entrometiera en sus cosas y con movimientos bruscos, agitaron sus  alas hasta espantarlo del lugar.
            Los días pasaban y comenzaban a acercarse los primeros fríos patagónicos. Una mañana, mientras Kelü y Korü dormían, una enorme sombra cubrió por unos segundos los rayos de sol, Chod que se encontraba ordenando su nidito no tardó en advertir que el peligro rondaba y que sus hermanos estaban indefensos.
            Kelü estaba muy calentito en su nido de nylon cuando sintió un aire fresco que lo rozaba, y al abrir lentamente sus ojos, vio como Calquin agitaba sus enormes alas. En un segundo, él y su nido volaron por el aire. Con un miedo incontenible voló desesperado a pedir ayuda a Korü sin advertir que, con mirada desafiante, el  peligro lo seguía a gran velocidad.
            Cuando logró llegar al nido de Korü a esconderse, rápidamente, como una avalancha, Calquin alcanzó con sus garras las ramas secas del árbol y con violentas sacudidas hizo caer en pedazos el coqueto nido de botellas. Los pobres loritos, muertos de miedo volaron desesperados hasta el barranco donde toda la bandada había construido sus nidos, a rogarle ayuda a su hermano Chod. Todos los loros barranqueros permanecían escondidos, seguros de que allí el temible águila no podría entrar.
            Kelü y Korü tuvieron que dejar de lado su orgullo y con gritos suplicantes, le pidieron a Chod  que por favor los dejara entrar.
            Cuando Chod corrió las piedras, que tapaban la entrada a su nido, los tres loritos se fundieron en un abrazo fraterno, felices de no haber sido bocado de Calquin. Entre lágrimas y sollozos los hermanos pidieron perdón a Chod por haber desoído las recomendaciones de sus mayores y haber sido haraganes y vanidosos al construir sus nidos.
            Al día siguiente, apenas aparecieron los primeros rayos de sol, la bandada comenzó a salir de sus refugios y, con un ruidoso aleteo, festejaron el estar todos a salvo. Rápidamente Chod, Kelü y Korü comenzaron a construir juntos unos nidos más seguros para los rebeldes loritos, en la ladera del barranco.
            Así estos loritos barranqueros aprendieron a escuchar los consejos de los mayores.

Valentina Montero
                     Escuela Provincial N° 83, Biblioteca Escolar “Isidro Quiroga”          Comodoro Rivadavia, Chubut.


CUENTOS GANADORES DE LA CONVOCATORIA LITERARIA INFANTIL
 “LA TÍA LALA NOS CUENTA”

EL ZORRITO COLORADO Y LOS TRES CHANCHITOS MALPENSADOS

Esta es la historia de un zorrito colorado, que en vez de comer gallinas y chanchitos, prefería ser vegetariano. 
            Frutas y verduras ¡eso sí que le encantaba! Tomates y zapallitos, frutas finas y membrillos… eran sus favoritos, llenaban su pancita y saciaban su apetito.
            Resulta que cierto día por los caminos andando, el zorrito colorado un lugar para vivir andaba buscando.
            Mientras tomaba agua a las orillas de un lago, se dio cuenta que al valle de Epuyén había llegado. 
            Pudo ver a su alrededor bosques, ríos, enormesmontañas… Y ante tanta belleza quedó maravillado.Por eso dijo muy contento:
            -¡Un buen lugar para vivir, por fin he encontrado! 
            Tanta fue su emoción que allí mismo se puso a construir… Ysin hacer mucho despilfarro, se hizo una linda casa de barro.
            Con la casa terminada se sintió muy contento y fue así como pensó:
            -Lo próximo que haré, será cultivar un huerto para tener en invierno mi propio alimento. 
            Pero resulta que en el mismo barrio,en una vieja casa de madera, vivían tres chanchitos hermanos. Yenorme fue su sorpresa, al enterarse que tenían de vecino a un zorrito colorado. Con tan solo oír la noticia… ¡quedaron espantados!
            -Si dejamos que  viva aquí ese zorro malvado, el día menos pensado ¡¡¡nos comerá de un bocado!!! -dijeron los tres chanchitos muy preocupados-. 
            Así que redactaron una carta dirigida al señor intendente, para que resuelva el asunto, de manera urgente.
            Lo que sucedía es que los chanchitos pensaban que el zorrito era como el lobo, por eso de que son parientes. Y como el lobo tiene fama de feroz, y siempre es el malo de los cuentos, no querían terminar siendo el alimento de un zorrito hambriento.
             Mientras todo esto sucedía, una gran tormenta de lluvia y de viento todo el cielo oscurecía.
            De repente los chanchitos se dieron cuenta que su casa se sacudía y enseguida pensaron que era el zorrito, que a comerlos venía. Pero lo cierto es que era el viento que ¡SOPLABA y SOPLABA! y toda la casa de madera ¡TEMBLABA y TEMBLABA! 
            El viento con todas sus fuerzas abrió puertas y ventanas, y los hermanos asustados veían como todas sus pertenencias ¡VOLABAN y VOLABAN!
            ¡TODO, TODO, salía volando por las ventanas!. Encima, el agua torrencialmente por las rendijas entraba y, tan solo en un segundo, lacasa quedó inundaba.
            ¡¡¡Pobres chanchitos!!! Acurrucados y mojados ¡TEMBLABAN y TEMBLABAN! El zorrito colorado, que estaba muy atento, escuchó gritos y vio por la ventana que sus vecinos en problemas se encontraban y, como era de esperarse, no dudó ni un segundo en ayudarlos.
            -¡Fuera de aquí! -decían los chanchitos-. ¡Eres un zorro y solo quieres comernos!
            -¡NO! Ustedes están equivocados… Yo soy vegetariano, las frutas y las verduras son mi único alimento -dijo el zorrito colorado-. Y como no les miento, les ofrezco mi casa para que se refugien de la lluvia y el viento… Además puedo ayudarlos a construir una casa de barro muy resistente, para que al invierno puedan hacerle frente.
            Al escuchar esas palabras, los chanchitos se dieron cuenta que su vecino no era como ellos pensaban, así que aceptaron y agradecieron la ayuda que les daba. 
            Al final, todos juntos cenaron unas deliciosas ensaladas y, desde ese momento, una linda amistad entre ellos comenzaba...

Mariela Monsalve.
 IES N°813, Profesorado de Educación Inicial
Unidad curricular: Alfabetización Inicial
Lago Puelo, Chubut




CUENTOS GANADORES DE LA CONVOCATORIA LITERARIA INFANTIL
 “LA TÍA LALA NOS CUENTA”

CAPERUCITA DEL ROJO

Había una vez una niña que vivía en un pueblo llamado Trevelin, su nombre era Caperucita Roja. Ella tenía 10 años, su pelo era dorado como el sol, sus ojos celestes como el cielo y su piel tan blanca como la nieve eterna de la cordillera de los Andes.
            Su abuela, que había venido desde muy lejos, cruzó el océano cuando era muy pequeña junto a sus padres y a otras personas a bordo de un velero llamado Mimosa.Cuando llegó a la Patagonia se fue a vivir a la montaña de Trevelin, allí formó su propia familia y cuando envejeció tuvo una hermosa nieta llamada Caperucita.
            Caperucita creció y todas las tardes visitaba a su abuela a la hora de la merienda. La abuela la esperaba con el tradicional té galés, tan rico y delicioso porque se acompaña con tortas, tostadas con manteca y escones con pasas de uva amasados y cocinados por la mamá de Caperucita y ella los llevaba en una canasta mientras paseaba por el bosque cordillerano.
            Hasta que un día, la mamá le dio una torta negra y entonces, atravesando los árboles se encontró con un feo zorro gris que le dijo: 
            -¿A dónde vas pequeña y dulce niña?  
            - A la casa de mi abuela -contestó la niña-. 
            -¿Y qué llevás adentro de esa canasta? -dijo el zorro-.
            -¡Pero qué animal más preguntón! ¿Trabajás en la policía o para el FBI? Acá llevo una torta negra que hizo mi mamá con una receta que le enseñó mi abuela de Gales hace mucho tiempo -dijo Caperucita-.
            El zorro volvió a preguntar: 
            -¿Me convidás? 
            -Sí, te convidaría pero tengo dos problemas, el primero es que no tengo cuchillo para cortar y el segundo es que mi abuela me está esperando para ver el clásico de fútbol “RACING VS.  EL ROJO (el mejorrrrr)” y que ya está empezando y estoy llegando tarde. ¿Me dejas pasar?, de regreso te traigo una porción -respondió ella.
            El zorro hambriento no respetó lo que le pidió y fue a la casa de la abuela mientras Caperucita caminaba hacia allí. El zorro enojado decidió rápidamente entrar a la casa aprovechando que Caperucita y la abuela se estaban poniendo la camiseta para alentar al ROJO. El zorro ingresó a la cocina  y se comió toda la torta negra escondido debajo de la mesa.
            Cuando Caperucita y la abuela vieron que la torta ya no estaba en la cocina, siguieron las migas y encontraron al zorro tirado sobre los tulipanes del jardín que se encontraban en la parte trasera de la casa. El zorro tenía la panza hinchada como un globo y se arrastraba como un lobo marino porque estaba muy empachado por todo lo que había comido.
            La abuela, como sabía curar el empacho, lo agarró y le tiró el cuerito, le hizo un té de hierbas para que mejorara. El zorro, cuando logró sentirse mejor, le pidió disculpas y le prometió ser del ROJO. Finalmente, todos juntos disfrutaron del partido pero esta vez con un vaso de agua y una buscapina.

Valentino Papaiani.
 Escuela del Sol (ENP Nº 1028)
Trelew, Chubut.

CUENTOS GANADORES DE LA CONVOCATORIA LITERARIA INFANTIL 


“LA TÍA LALA NOS CUENTA"

CAPERUCITA VERDE Y EL PANGUI (PUMA) FEROZ

Había una vez una niña muy buena que vivía en Aldea Epulef con su mamá. Un día, su mamá le regaló para su cumpleaños una capa color verde, que era el color favorito de la niña por ser el color de la naturaleza. A la niña le gustó tanto su capa que la usaba todos los días, y por eso todos los vecinos de la Aldea la comenzaron a llamar Caperucita Verde. 
            Una tarde, la mamá le pidió a Caperucita que le llevara a la abuela, que vivía en las sierras, una canasta con charqui y tortas. Y cuando le entregó la canasta, le dijo a Caperucita que tuviera mucho cuidado en el camino a la casa de la abuela, ya que tenía que caminar por todo el campo, y se podía cruzar con el Pangui Feroz. Le dijo que no se detuviera por nada del mundo y que no hablara con desconocidos.
            Caperucita Verde comenzó a caminar para ir a la casa de la abuela. Iba cantando muy alegre. En un momento, se detuvo en el camino para buscar hierbas en los montes para llevarle a la abuela, así se hacía un té calentito. En ese momento, se cruzó a un gaucho muy amable que ella conocía de la Aldea. Era Don Felix que andaba encerrando yeguas en el campo. Don Felix la saludó con una sonrisa y le preguntó a dónde iba, a lo que Caperucita le contestó que a lo de su abuela, y que se tenía que apurar así no se le hacía de noche. 
            Y así fue que Caperucita siguió caminando hacia la casa de su abuela en las sierras, sin darse cuenta que alguien muy feroz la estaba espiando detrás de un monte. ¡Era el Pangui! De repente se acercó a Caperucita y le tocó la espalda. La saludó y Caperucita, que era una niña muy buena, le respondió el saludo. Entonces el Pangui le preguntó: 
            -¿A dónde vas Caperucita?
            Caperucita que no se daba cuenta de las malvadas intenciones del Pangui le contestó: 
            -A la casa de mi abuela. 
            El Pangui le deseó buen viaje y desapareció entre los montes. Pero en realidad, se escondió y, sin que lo viera Caperucita, tomó un camino más rápido y fue corriendo muy veloz a la casa de la abuela para llegar antes que Caperucita. 
            Cuando el Pangui llegó a la casa de la abuela tocó la puerta y la abuela, pensando que era su nieta Caperucita Verde, abrió la puerta. El Pangui rápidamente saltó sobre la abuela y se la comió. Entonces… ¡Se le ocurrió una malvada idea! Se vistió con la ropa de la abuelita y se acostó en la cama, para esperar a Caperucita, que pronto estaba por llegar, y comérsela a ella también.
            Cuando por fin Caperucita llegó a la casa de su abuela, tocó la puerta y el Pangui, poniendo voz de abuelita, le gritó: 
            -¡Pasá Caperucita, estoy en la cama porque no me siento bien!
            Entonces Caperucita pasó y fue hasta la habitación. Apenas llegó, se acercó para darle un beso, saludarla y mostrarle todo lo que le había llevado en la canasta. Cuando estuvo muy cerca, sorprendida le comenzó a decir a su abuela (que en realidad era el Pangui disfrazado): 
            -Abuelita, ¡qué nariz tan grande tenés! 
            A lo que el Pangui le contestó: 
            - Es para oler mejor todos lo que me trajiste en la canasta.
            -Abuelita, ¡qué ojos tan grandes tenés! -dijo Caperucita-.  
            -Son para verte mejor -el Pangui le contestó-.
            Caperucita, sorprendida por el aspecto de la abuela, siguió preguntando: 
            -¿Y por qué tenés las orejas tan grandes?. 
            -Son para escucharte mejor -dijo el Pangui-. 
            Por último, Caperucita Verde le preguntó: 
            -¿Y por qué tenés la boca tan grande? 
            El Pangui, saliendo rápido de la cama, le contestó: 
            -¡Son para comerte mejor! -en ese mismo momento dio un salto ¡y se comió entera a Caperucita Verde!-. El Pangui relamiendose, comenzó a sentir la panza muy gorda y pesada por tener adentro a la abuela y a Caperucita, así que decidió dormir una siesta en la cama de la abuela.
            En ese mismo momento, en el que el Pangui se acostó a dormir la siesta, Don Felix terminaba de hacer su trabajo en el campo, y se empezó a preocupar porque no vio volver a Caperucita Verde. Así que pensó: -Seguramente Caperucita está en problemas y el Pangui la está molestando-. El gaucho ensilló su tobiano y salió al galope entre las sierras hasta la casa de la abuela. 
            Cuando llegó, golpeó la puerta de la casa y como nadie lo atendió, entró. Al llegar a la habitación se encontró al Pangui dormido con la panza muy gorda. Así que fue hasta su caballo y buscó entre sus cosas una tijera para esquilar. Con la tijera, Don Felix cortó la panza del Pangui, sin que se diera cuenta ni que se despertara,  y rescató a la abuela y a Caperucita Verde. 
            Y se le ocurrió una idea para darle una lección al Pangui. Fue a buscar piedras por el campo con la ayuda de la abuela y Caperucita, y le rellenaron la panza de piedras sin que el Pangui se diera cuenta porque seguía durmiendo. La abuela que tenía hilos y aguja, le cosió la panza al Pangui y se alejaron los tres de la casa. 
            Cuando el Pangui se despertó de su larga siesta, se seguía sintiendo lleno por las piedras que le habían puesto en la panza. De repente le dio mucha sed, así que se levantó de la cama, salió afuera de la casa y fue hasta el pozo a tomar agua fresquita. Cuando se agachó a tomar agua, estaba tan pesado por las piedras, que se cayó al pozo ¡Y se ahogó!
            Desde ese día en el campo y en la Aldea están todos muy felices y ya no tienen miedo del Pangui feroz y malvado. Y Caperucita aprendió que no tiene que darle explicaciones a desconocidos.
            Y colorín colorado, este cuento, se ha terminado.


Autores:
Nahiara Arbe Calpican, Amarilis Quintulipe, Emma González Carriman, Isaías Antipan, Josefina, Fernández Palomino, Matías Quepimil, Miqueas Antipan, Nahuel Pilquiman, Nehen González Llanos, Zoe Cassi.
Sala Multiedad de la UEM 129
Aldea Epulef, Chubut



CUENTOS GANADORES DE LA CONVOCATORIA LITERARIA INFANTIL 
“LA TÍA LALA NOS CUENTA"
CAPERUCITA ROJA EN EL VALLE

Unas cuantas semanas atrás en una calurosa tarde de Gaiman, como las que suele haber en verano en el valle, una niña llamada Caperucita Roja organizó con su abuela una merienda en la casa de té. A la niña la llamaban Caperucita Roja porque siempre usaba una larga capa roja en invierno y una vandana colorada en verano, para cubrir su cabeza del sol.
            Tras el OKde su abuela, por mensaje de WathsApp, Caperucita se dirigió hacia la famosa casa de te Melyster, que significa Dulzura en Galés, con ansias de charlar con su abuela y, sobre todo, para probar la torta galesa, los sgonaw o scons y el exquisito té.
            Mientras la niña caminaba entre los árboles, por la orilla del río Chubut, alguien la observaba detenidamente, era ¡¡¡el Lobo Feroz!!!
            Flor de susto se dio la niña cuando vio al lobo frente a sus narices:
            - ¿Dónde vas niña?
            - Voy a la casa de té para encontrarme con mi abuelita -respondió Caperucita-.
            En ese momento el astuto lobo le propuso un desafío: una carrera hasta la casa de té. Sin saber las intenciones del lobo y sin acordarse de las recomendaciones de su madre (no hablar con extraños y nunca tomar sola el camino del túnel), Caperucita aceptó.
            -Dulce niña, tu tomarás el viejo camino del ferrocarril, mientras que yo iré por el camino más largo, entre las viejas capillas galesas y las deliciosas ovejas de las chacras cercanas, dijo el lobo.
            A la cuenta de tres: ¡1, 2, 3! ambos se lanzaron a correr.
            Caperucita tardó mucho en cruzar el túnel de la vieja estación de ferrocarril porque a los pocos metros de haber ingresado, todo se volvió oscuro… oscuro como la boca del  mismísimo lobo. ¡Y qué miedo que nos da la oscuridad! 
            Al cabo de media hora, el lobo ya se había comido cuatro ovejas y retozaba al sol mientras que la niña no lograba salir del túnel. Decidido a ganar el desafío y comerse a la niña y su abuela, se vistió con la ropa que encontró en un establo de una hermosa chacra y se fue a la casa de té.
            Al mirar a los comensales detectó a la abuelita leyendo una revista de deportes extremos y se sentó a su mesa.
            -Buenas tardes querida abuelita, traigo un mensaje de Caperucita para usted -dijo el lobo-.
            -Buenas tardes -dijo la abuela acomodando sus gruesos lentes y tratando de enfocar el rostro del joven que amablemente se presentaba a su mesa -.
            -Caperucita no va a llegar a la hora del té y la visitará más tarde en su casa- dijo el lobo-.
            Ambos salieron caminando despacio de la casa de té y antes de llegar a la pintoresca  casa recubierta de piedras de la abuelita, el lobo se la tragó de un bocado. Pesado y cansado decidió tomar una siesta, pero su sueño se vio interrumpido por la presencia del campesino a quien el lobo, no sólo le había robado su vestimenta, sino que también era el cuidador de las ovejas que aún saltaban en su gran barriga.
            Del susto que se pegó el lobo, abrió la boca tan grande que la abuela salió despedida  al igual que el pequeño rebaño que se había tragado. En medio de la confusión vio llegar a la señora loba muy enojada, que se acercaba con el delantal puesto y el palo de amasar en la mano, reclamando la harina que le había encargado horas atrás.
            Sin pensarlo dos veces, el lobo se tiró al río y se escapó nadando.
            Finalmente Caperucita llegó a la casa de té, y al no ver a su abuelita, se dirigió hacia la casa cargada de tortas para disculparse por su demora. Allí encontró reunidos en la mesa al campesino, la loba y su abuela quienes no lograron explicarle lo sucedido, porque no podían parar de reírse al recordar la cara de susto del lobo al alejarse por el río.
Y colorín colorada, de este cuento no queda nada…

Lola García.
            Escuela Provincial Nº 158
Puerto Madryn, Chubut

CUENTOS GANADORES DE LA CONVOCATORIA LITERARIA INFANTIL
 “LA TÍA LALA NOS CUENTA”

BLANCANIEVES   PATAGÓNICA

Había una vez, en un lugar llamado “Punta Tombo”, situado al sur de la Patagonia Argentina, una niña llamada Blancanieves. Ella se dedicaba diariamente a cuidar pingüinos y a limpiarles sus cuevas. Todo transcurría en un hermoso y cálido paisaje, hasta que de pronto, sucedió lo que les voy a empezar a contar…
Una mañana jugando con los pingüinos, Blancanieves vio a lo lejos, que se acercaba un barco gigante a la costa, del cual desembarcó una señora muy simpática y muy bien arreglada, que le dijo que quería usar esas tierras para plantar árboles de cerezas. Blancanieves al escuchar esto, se horrorizó y dijo que nunca permitiría que algo así sucediera en Punta Tombo ya que esas tierras eran de los pingüinos y las necesitaban para tener sus crías.
Pasados los días, nuevamente esta señora hermosa y muy bien arreglada, volvió a aparecer con una gran canasta ofreciéndole una cereza para que la pruebe. Blancanieves, con su inocente dulzura aceptó, y pasados unos minutos se desvaneció, cayendo sobre unos coirones. Aprovechando esta situación, la  señora hermosa y muy bien arreglada, pero malvada,  comenzó a plantar sus preciadas plantas, pero esto no le duró mucho, ya que una embarcación con un joven pirata, desde lejos, vio con su catalejo como siete pingüinos arrastraban a Blancanieves para que el mar creciente no se la llevara. 
Este pirata sintió mucha intriga y giró su timón en dirección hacia las costas de Punta Tombo. Una vez que llegó al lugar, desembarcó, se acercó a Blancanieves y la quiso despertar susurrándole al oído, pero como ella no lo hacía, el pirata pensó que se había ahogado, y  por  ello comenzó a realizarle respiración boca a boca. Pero, al tocar sus labios con los de Blancanieves, ésta empezó a abrir sus ojos lentamente y a gritar desconsoladamente:
 -¡Cuidemos a nuestra reserva natural! ¡Cuidemos a nuestra reserva!-. 
Después de despertar, le comentó al pirata lo que había sucedido y juntos emprendieron la búsqueda de la malvada mujer para que no plantara más árboles, ya que los pingüinos no volverían al año siguiente. Fue así como recorrieron acantilados y cuevas, buscaron atrás de plantas y arbustos como el colapiche, quilimbai y el coirón amargo, pero no lograron encontrarla.
De repente, vieron a lo lejos cómo ésta señora se había convertido en una bruja y estaba cargando todos los pingüinos en su gigantesco barco. Fue así como comenzaron a correr para atraparla con una red y así llevarla a la celda del barco pirata.
En el camino de regreso, la bruja estaba muy callada y a Blancanieves le pareció muy raro por lo que decidió ver qué sucedía. Y si…  la malvada bruja estaba escapando cabalgando un guanaco. Los jóvenes comenzaron a correr tras ella y, como por suerte la agarraron, no le quedó otra opción que pedir perdón por lo que quería hacer.
De vuelta en casa, los siete pingüinos, Blancanieves y el joven pirata comieron un rico asado de cordero patagónico, celebrando así la victoria de ese difícil y largo día.

Guadalupe Larrabaru.
Escuela del Sol (ENP Nº 1028)